El bosque esta noche ya no es
bosque, sino páramo. El aleteo de los libros volantes traspasa el aire frío del último tramo del invierno. Titus B. está dormido. Duerme desde hace quince
amaneceres y no quiere despertar.
No quiere.
Hasta que llegue la primavera y
Brocelianda se cubra con su mejor manto de flores.
No quiere.
Y yo lo miro y lo dejo así, hecho
una bolita de algodón que se acurruca en el hueco abierto a los pies de un
almendro mágico. Lo dejo así, cierro los ojos de nuevo y trato de dormir
también.
Hasta la primavera…
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