«...Con
estas palabras, quedóse
mirándome fijamente al rostro, de
tal modo que me hizo temblar. Luego, cuando volvió a levantar la cabeza, me pareció ver dentro de mi
propio espíritu la luz, que consistía en un número infinito de virtudes, convertida
en un Todo ilimitado, mientras el fuego, rodeado y mantenido por una fuerza omnipotente,
alcanzaba la estabilidad: esto fue lo que pude captar de aquella visión...
Mientras yo estaba así fuera de mí, Él volvió a hablar: "Ahora has
visto el espíritu, la forma primitiva, el origen, el principio de todo..."».
Poimandrès, Corpus Hermeticum
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