Una noche cálida de
principios de verano que hizo que el duende abriera sus ojillos
somnolientos, hinchados tras tantísimas horas de sueño, y me mirara y me sonriera. Y tomara entre sus manitas las lentes y se las
colocase levantando luego mucho mucho la cara, los huequecillos de la nariz muy abiertos
para aspirar la tibieza de aquel aire que taponaba las sombras.
Para rellenar con él sus pulmones
diminutos.
Para expulsarlo luego convertido
en un aliento suave que recorrió el bosque de parte a parte... Se acomodó las
ropas, bostezó y me acarició el pelo.
¿Qué había soñado él todos
estos meses? ¿Habría volado, acaso, el viejo duende también a París? ¿O lo
habrían llevado sus sueños aún más lejos, hasta algún lugar remoto solo
conocido a través de las leyendas y los cuentos?
- Mujercita –me dijo en un
susurro, una chispa de alegría prendiendo sus ojos de viejo-, mira, mira mis sueños…
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Tienes una fan más de tu blog y tus historias.Es lo más original e interesante que he visto y leído en años en un blog.
ResponderEliminar¡¡Hola Davinia!! :)
Eliminar¡¡Muchas gracias!! ¡¡Gracias por tu tiempo y por tus palabras!! :D
Hace un tiempo, el duende y yo nos adentramos en una nueva casita virtual, mira, es esta:
http://lolagarciadeluna.blogspot.com.es/
Aquí podrás encontrarnos siempre, rodeados de viejas fotografías parisinas, poesía, música...
¡¡Un abrazo!! :D