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Me llamo Lola y soy, igual que el protagonista de aquella novela de Rabih Alameddine, contadora de historias...

martes, 14 de octubre de 2014

La casita de madera

       
          
          Hay una casita de madera frente a mí. Tiene la puerta abierta y, en su interior, la luz tenue de un candil hace pedacitos las sombras que pudieran querer adueñarse de los rincones.

Detrás de la casita hay un lago. Un lago inmenso cuya superficie navegan cisnes, decenas de cisnes.


Desde el cielo la luna me mira. Una luna muy grande que parece ansiosa por enjugar sus rayos en esas aguas calmas del anochecer temprano de principios de otoño.


Titus B. está a mi lado. Sentado en la hierba y abrazado al Libro Grande. Está más delgado. Está más viejo.


Quiere que vayamos a la casita de madera.


Que subamos los pocos peldaños que separan la tierra de su puerta y entremos. Entremos sin llamar.

La casita de madera es nuestra.

Tiene que ser nuestra porque antes no estaba y ahora está. Porque este bosque mágico la ha levantado para nosotros. Y nosotros andamos hacia ella. Recorremos muy poquitos pasos, demasiado poquitos, y ponemos por fin un pie en el primer escalón. Los dos a la vez. Titus B. con sus pasos de duendecillo triste y viejo. Yo haciendo rechinar la madera bajo las suelas de mis botines verdes… 

martes, 22 de julio de 2014

Despertar...

          Luego, de repente, al bosque llegó la lluviaPrecedida de un relámpago que rompió la noche. Acompañada por un trueno que hizo temblar a los viejos árboles.

Titus B. tomó en sus brazos el Libro Grande y lo apretó mucho contra su pecho. Y buscó con desespero –alumbrado por la decena de asustadas luciérnagas que habían acudido a su encuentro al saberlo despierto de nuevo- el Manuscrito Voynich. Y me entregó el Libro Grande para que yo lo protegiera mientras él tanteaba, nervioso, el suelo mojado con sus manitas.

No lo encontró.

Ni la luz de las luciérnagas ni el fuego del siguiente rayo nos dejaron verlo. El Manuscrito Voynich se había hecho nada bajo la lluvia. Aquella lluvia fría que llegó para borrar del bosque cualquier retazo de otro mundo...

martes, 1 de julio de 2014

Una noche llenita de estrellas

          Titus B. se despertó una noche llenita de estrellas.

Una noche cálida de principios de verano que hizo que el duende abriera sus ojillos somnolientos, hinchados tras tantísimas horas de sueño, y me mirara y me sonriera. Y tomara entre sus manitas las lentes y se las colocase levantando luego mucho mucho la cara, los huequecillos de la nariz muy abiertos para aspirar la tibieza de aquel aire que taponaba las sombras.

Para rellenar con él sus pulmones diminutos.

Para expulsarlo luego convertido en un aliento suave que recorrió el bosque de parte a parte... Se acomodó las ropas, bostezó y me acarició el pelo.

¿Qué había soñado él todos estos meses? ¿Habría volado, acaso, el viejo duende también a París? ¿O lo habrían llevado sus sueños aún más lejos, hasta algún lugar remoto solo conocido a través de las leyendas y los cuentos?

- Mujercita –me dijo en un susurro, una chispa de alegría prendiendo sus ojos de viejo-, mira, mira mis sueños
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martes, 24 de junio de 2014

Brocelianda

Gustave Doré, "Idylls of the King"
Gustave Doré, Idylls of the King
        He abierto los ojos. Los he abierto al alba y lo que veo ya no es París, ya no es Montmartre hecho con todos los colores posibles -así mezclados sin ton ni son e iluminados por un sol que alumbra más allí que en ningún otro sitio- y lleno de lienzos y de vida que bulle entre sus callejuelas y que allí es vida.

Ahora veo de nuevo un universo alrededor de Brocelianda que me rodea y me asfixia. Y me levanto y corro a acurrucarme junto al pequeño Titus B. que es mi aliento en todo este mundo grande y verde. El duende dormido que abre sus ojillos perezosos y busca con ellos los míos y parece decirme:

- Mujercita, estás aquí. En el bosque estás a salvo. En la tumba de Merlín los sueños y la magia están condenados a vivir eternamente

martes, 10 de junio de 2014

París no se acaba nunca...

Eugène Atget, "Organillero"
Eugène Atget, Organillero

          <<París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices>>.
                                                                
   Ernest Hemingway, París era una fiesta
                         

miércoles, 21 de mayo de 2014

Shakespeare and Company

Shakespeare and Company, París
Shakespeare and Company, París
A las puertas de Shakespeare and Company unos jóvenes cantaban y tocaban la guitarra.

         En su interior el universo entero se transformaba en libros. Cientos, miles, qué sé yo. Había sillones aquí y allí para sentarte a leer esos libros, y había mesitas de escritorio y máquinas de escribir y escaleras por las que subían y bajaban muchas, muchas, muchas personas que no llegaron a verme porque yo las estaba soñando y porque ellas entonces ya se habían dejado los ojos perdidos en algún rincón de aquel mundo hermoso, rarísimo, desconcertante... maravilloso.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Sueños de París

Jacques-Louis David, "María Antonieta camino a la guillotina"
Jacques-Louis David, María Antonieta camino a la guillotina
En la Conciergerie la reina María Antonieta rezaba cubierta por un manto negro. Estaba allí presa. Sus carceleros jugaban a las cartas. El mundo en torno a ella se había revestido de piojos, de soledad, de mugre…

De modo que mis sueños rodaron pronto de aquella celda. Echaron a nadar río abajo, río abajo, y alcanzando la otra orilla se sentaron en la escalinata que asciende hasta el museo de Orsay. Y durmieron, volvieron junto al Sena a dormir mis sueños...

miércoles, 23 de abril de 2014

Notre Dame de París

Notre Dame de París
Notre Dame de París
En Notre Dame un sacerdote oficiaba una misa. Yo lo escuchaba sin entender lo que decía. Lo escuchaba como escucho en las noches el aleteo de las luciérnagas con su murmullo inagotablehermoso.

Fuera miles de pajarillos trinaban bajo el sol y entre los setos. Y yo dormí -o soñé que dormí- tendida boca arriba sobre uno de los bancos corridos que jalonan la explanada que antecede a la catedral y ofrecen descanso a los peregrinos y reposo a aquellos que, como yo, solo estuvieran soñando París

miércoles, 9 de abril de 2014

París...

Armand Guillaumin, Notre Dame de París
Armand Guillaumin, Notre Dame de París
Otra tarde soñé que surcaba el Sena a bordo de un barco inmenso, que gustaba de abrir en dos unas aguas –cual Moisés ante el mar Rojo- que habían pasado el tiempo esmerándose en atrapar los últimos rayos de un sol moribundo.

Para mezclarse con ellos, igual que si fueran amantes.

Para llenarme los ojos de esa luz que un día buscaron y un día plasmaron los pintores en sus lienzos. Esa luz distinta y hermosa que no vi en rincón ninguno de Brocelianda. Que empapaba las aguas. Que se reflejaba en cada piedra, en cada árbol…

Que se empeñaba en alumbrar mis pasos mientras Titus B. dormía y yo soñaba París
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