Notre Dame de París |
En Notre Dame un sacerdote
oficiaba una misa. Yo lo escuchaba sin entender lo que decía. Lo escuchaba como
escucho en las noches el aleteo de las luciérnagas con su murmullo inagotable, hermoso.
Fuera miles de pajarillos
trinaban bajo el sol y entre los setos. Y yo dormí -o soñé que dormí- tendida boca arriba sobre uno de los bancos corridos que jalonan la explanada
que antecede a la catedral y ofrecen descanso a los peregrinos y reposo a
aquellos que, como yo, solo estuvieran soñando París…