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Me llamo Lola y soy, igual que el protagonista de aquella novela de Rabih Alameddine, contadora de historias...

martes, 25 de febrero de 2014

29. Hasta la primavera...

El bosque esta noche ya no es bosque, sino páramo. El aleteo de los libros volantes traspasa el aire frío del último tramo del invierno. Titus B. está dormido. Duerme desde hace quince amaneceres y no quiere despertar.

No quiere.

Hasta que llegue la primavera y Brocelianda se cubra con su mejor manto de flores.

No quiere.

Y yo lo miro y lo dejo así, hecho una bolita de algodón que se acurruca en el hueco abierto a los pies de un almendro mágico. Lo dejo así, cierro los ojos de nuevo y trato de dormir también.

Hasta la primavera

miércoles, 12 de febrero de 2014

28. No pensar, no recordar, no sentir...

      
         Una lengua de hielo lame esta mañana las ramas de los árboles. Las lame y deja tras de sí una estela húmeda que se va condensando en mil gotitas de rocío.

Titus B. duerme. Duerme plácidamente como buen duende viejo y cansado. Yo observo el mundo que me rodea. Abro mucho los ojos y los oídos y trato de no pensar, de no recordar, de no sentir...

martes, 4 de febrero de 2014

27. El fin de la noche

El duende cierra el Libro Grande y guarda silencio. Aún no ha concluido la retahíla de apuntes teóricos que tienen que ver con nuestro manuscrito misterioso, pero esta noche ya no quiere seguir leyendo. Se acerca el alba y él va acortando los pasitos. Las luciérnagas que lo envuelven –sabias en los infinitos secretos que los duendes ocultan en la mirada- en su aleteo diminuto emprenden el camino de vuelta hacia las ramas más altas de los árboles. Titus B. me mira desde el fondo de sus lentes minúsculas. Me mira y busca un cobijo en donde sentarnos y comer algo. Quiere descansar
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