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Me llamo Lola y soy, igual que el protagonista de aquella novela de Rabih Alameddine, contadora de historias...

martes, 22 de octubre de 2013

14. A este lado del universo

Hasta que el sol se muera de nuevo el duende dormirá y, con él, lo harán todos mis anhelos. Los secretos de Brocelianda están velados a cualquiera que venga de muy lejos y yo, yo no pertenezco al bosque. Brocelianda solo es mi refugio. Un refugio inmenso en el que casi nada de ahí afuera -de tu mundo- es capaz de penetrar.

De modo que, tumbada boca arriba sobre la húmeda hierba de otoño, cierro los ojos y trato de ordenar las ideas que se me han ido, con las noches y el desvelo, embarullando en la memoria.


Sus letras que no pueden leerse.

Sus páginas que se desdoblan. Sus páginas robadas.

Las mujeres desnudas que se bañan cualquiera sabe en qué pócimas y lo llenan todo de piel muy blanca y líquido fresco e invisible.

Las constelaciones desconocidas.

Las flores, las hojas, las plantas que nunca unos ojos vieron en la naturaleza…

¿Quién lo escribió?

¿En qué fecha están datadas esas 102 hojas? Ah, sí… ya recuerdo. El duende lo mencionó, mencionó algo como… el siglo XV.

¿Quién robó las hojas que le faltan? ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo pudo este librito anciano escapar de la Beinecke y llegar hasta aquí?

A mi derecha, acurrucado como una bolita de algodón, Titus B. respira bajito. Tiene la cabeza apoyada sobre el Libro Grande y una hoja de higuera le cubre la cara para que no pueda ver el sol, ese sol recién nacido que calienta la vida a este lado del universo… 

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