Las páginas del Libro Grande hacen mucho ruido al ser pasadas.
Parecieran
estremecidas por un escalofrío que solo ellas son capaces de sentir en una tarde quieta y cálida como esta. Tengo hambre y tengo sed.
Se me cierran los ojos a cada letra que voy uniendo y, sin embargo, he de seguir:
que aunque la noche tarde en caer de nuevo el
duende puede abrir los ojillos en cualquier momento, puede desperezarse y
aguzar el oído.
Y descubrir
el ruido inmenso que, al
pasar, hacen las
hojas de su Libro Grande…
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