Anoche se
apagaron las luces de tu mundo. Las vimos hacerlo todas a la
vez. De una sola vez. Y de
nuevo tu mundo a oscuras.
¿Qué haces
tú hoy, cuando ya todo ha terminado?
¿Acaso
sientes tristeza? ¿Acaso desamparo frente a la inercia de
unos días que nunca se quedan quietos?
¿Qué
sientes?
Porque ni
para Titus B. ni para mí cambió nada en modo alguno
en tanto tiempo. En la
soledad no puede cambiar nada, salvo
tu compañía. Pero para ti las calles se vistieron de colores, de música, de
cantos. La gente a tu alrededor se adornó con sus mejores sonrisas. Lanzó al
aire su voluntad. Te dio de regalo un montón de buenos deseos. ¿Adónde se fueron ellos hoy,
esta tarde que te escribo mientras el duende se esconde a la espera de que el sol desaparezca del cielo y podamos continuar al fin el camino? ¿Adónde? ¿Siguen acaso ahí, contigo,
encerrados entre las palmas apretadas de tus manos como un pajarillo? ¿O se han ido por el lugar del que llegaron, volubles criaturas de vida efímera,
de ratos de alcohol olvidados?
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