Apenas si
llevábamos dos pasos dados cuando nos ha parado en seco el vuelo
de una paloma. El pajarillo se nos ha echado encima, aturdido, y se ha dejado
caer a mis pies. Vendrá de muy lejos. A saber desde dónde.
Es muy alta. Demasiado.
A lo mejor es porque es macho aunque eso no sé si tiene que ver, que no sé nada
de palomas. El caso es que esta es
casi tan alta como Titus B. Lo que le faltaba al duende, como si
no estuviera de por sí él triste ya (otro día prometo contarte por qué).
Trae al
cuello enrollado un cordel negro muy fino. Que
parece que le va a cortar la piel. Y en el cordel enganchado un papelito. Es una paloma mensajera.
El duende
deja el Libro Grande en el suelo y se acerca a ella. Y
deshace el nudo del cordel. Toma el papel entre los dedos. Se lleva la mano
derecha al chaleco y busca las lentes que hace apenas nada se ha quitado.
Cuando al fin las encuentra se las coloca muy bien colocadas sobre la nariz:
- Es
para ti, mujercita. Habla de ti.
Me mira y
sus ojos desprenden un brillo raro: le da coraje que el mensaje no sea para él.
- Viene
de lejos. De fuera de aquí.
Señala con
un movimiento brusco de la cabeza un rincón inidentificable entre los árboles.
Quiere decirme que la paloma trae un mensaje enviado desde el mundo de afuera
de Brocelianda…
- Una
revista, “Cavea Cultural”, ha publicado uno de tus
trabajos.
- Ladrones de
lágrimas.
- Ese.
Me agacho.
Quiero darle calor a la paloma. Y las gracias. Eso también.
- Gracias,
paloma.
El ave
gigante entreabre un ojito por toda respuesta. La levanto del suelo y vuelvo
con ella en brazos a los pies del almendro que se queda atrás.
- Ya
no andamos más, hoy.
Ya no
andamos más, que vamos a vigilar el sueño de la
paloma.
Si quieres, te
escribo lo que dice el mensaje, mira:
<<Ladrones
de lágrimas: hermoso relato de Lola García de Luna
Hasta el
jueves de la semana próxima :)
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