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Me llamo Lola y soy, igual que el protagonista de aquella novela de Rabih Alameddine, contadora de historias...

martes, 4 de septiembre de 2012

3. Del sol y de la luna

El sol.

Redondo, dorado, sagrado para el hombre. ¿A qué se parece?

Y la luna.

¿A qué se parece la luna? Cuando se llena. Cuando se reviste toda entera en un círculo de plata que reluce… ¿a qué se te parece? Porque a eso que a ti puedan llegar a parecérsete ambos, sol y luna, ya se les parecieron a los hombres y a las mujeres que andaron estos pagos mucho, muchísimo antes que tú y que yo.

Pero chitón, deja que sea yo la que lo diga: se parecen a las monedas. Son redondos como las monedas. Son de plata y son de oro como las primeras monedas que unos sacerdotes acuñaron con sus efigies grabadas en el anverso o el reverso, qué más da. A las monedas. A ellas que fueron creadas en un acto sacro porque tenían que ser creadas.

Porque la esencia del oro y la de la plata que las componían participaba de la misma que componía al sol y a la luna: y era inmaterial. Y era divina.

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