El sol.
Redondo, dorado, sagrado para el hombre. ¿A qué se parece?
Y la luna.
¿A qué se
parece la luna? Cuando se
llena. Cuando se reviste
toda entera en un círculo de plata que reluce… ¿a qué se te parece? Porque a eso que a ti puedan llegar a parecérsete ambos, sol y luna,
ya se les parecieron a los hombres y a las mujeres que andaron estos pagos
mucho, muchísimo antes que tú y que yo.
Pero
chitón, deja que sea yo la que lo diga: se parecen a las monedas. Son redondos como las monedas. Son de plata y son de oro como las primeras monedas que unos
sacerdotes acuñaron con sus efigies grabadas en el anverso o el reverso, qué
más da. A las monedas. A
ellas que fueron creadas en un
acto sacro porque tenían que ser creadas.
Porque la
esencia del oro y la de la plata que las componían participaba de la misma que
componía al sol y a la luna: y era inmaterial. Y era divina.
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